viernes, 21 de marzo de 2014

Luna de primavera

Que no arranquen los coches
Que se detengan todas las factorías

Hoy, en la luna casi llena  que inicia  la primavera, por fin vamos a trascender la pantalla.

Hoy nos encontraremos.

Hoy acaba el largo, duro y frío invierno en el que tanto nos hemos acompañado. Seguramente también hubiéramos sobrevivido a él sin habernos tenido, pero con más cicatrices.




 Kilómetros por delante, llegaré tarde. Apuro el pie sobre el acelerador justo hasta el borde que la prudencia dicta en un día de lluvia intermitente, un poco más allá de la legalidad.
Música cantada hacia mi derecha, al acompañante que aún no está. En mi mente suena igual que el cantautor en el CD, no me escucho, pero probablemente mi voz dará pena ¿Podré cantársela? ¿Esta y tantas otras tarareadas en soledad?



Hoy le pondré cara a ese ojito que durante más de un mes me ha mirado enmarcado por la ceja sorprendida por el flash y del que he escudriñado hasta la última pestaña.
Llegarán a nuestras pieles al menos dos+dos besos de tantos veces lanzados al panel de píxeles que ha sido nuestro nexo durante estos oscuros meses.
Si las nubes no nos traicionan, contemplaremos juntos la luna tantas veces  observada desde ángulos distintos

Una cerveza, ese es nuestro único compromiso. Duda si me seguirá gustando cuando la tenga delante. Yo no. Hace mucho que no. Incluso cuándo con mucho esfuerzo durante semanas silencié mis sentimientos. Hast aque una noche ya no pude callarme, y lo solté de golpe, con sólo tres palabras


Que se enciendan las velas

Tan solo hace dos días que conocemos nuestras voces, tras aquella ocasión perdida por no tener el móvil conmigo.








Cuando llegue por fin mi mensaje a tus manos

Sus flores preferidas guardadas con mimo para que le lleguen frescas. Tras tantas virtuales, hoy por fin le podré entregar algunas aunque sencillas, reales.
Provisión de algunas cervezas elegidas cuidadosamente, las mismas con las que hemos brindado tantas veces en la distancia.  La de la botella verde parecida a una de sidra, que aportó la primera pista acerca de donde vive, trabaja. La del collarín dorado. La clásica para los momentos sin prisas. Dos de cada. Para tomar juntos, o regalarle, depende del devenir de la primera, en la cafetería al lado de la Catedral indicada como lugar de encuentro, bajo el amparo que supone un lugar público aunque discreto, a esas horas no habrá demasiados parroquianos.
 


¿Resistirá más allá de esa  primera cerveza la comunión fraguada en los cientos de correos de estos meses, hasta varias decenas en un sólo día?

¿Se mantendrán las coincidencias tras tantas felices casualidades habidas despues de la primera que nos llevó a conocernos?.

Pocas certidumbres, muchos interrogantes.

Empezando por la cuidad donde se encuentra, adivinada por indicios pescados al vuelo aquí y allá, un día y otro, nunca confirmada, tampoco desmentida. 

Noches desveladas, despertares inquietos en madrugadas frías, el arrobamiento a cualquier hora... ¿hoy acabarán?

Esta noche contigo