jueves, 31 de mayo de 2012

III Masaje interruptus

Alargo mis brazos para asir sus manos con las mías. Por fin mi mente ha logrado imponerse a mis primarios instintos del goce inminente.Tengo que detenerlo un momento, y tengo que hacerlo ya. 

Si quieres empezar por el principio, ve a aquí: http://erodisea.blogspot.com.es/2012/03/el-masaje.html
 
Durante los últimos minutos, mientras sus manos se paseaban una y otra vez por las proximidades de mi sexo sin siquiera rozarlo, me estaba exasperando. Lo normal en estos casos es que me acariaciara un poquito para ver cómo reaccionaba yo, y dado que no pensaba oponerme, avanzar hasta mi vulva bajo mis bragas, o incluso quitarlas para acariciarme sin barreras de por medio. Pero una y otra vez yo sentía como sus dedos se encaminaban al centro donde se unen mis muslos, y, cuándo ya parecía que esta vez sí, de nuevo retrocedían, unas veces con la misma lentitud del acercamiento, otras bruscamente.
No sé si sería porque no se atrevía a dar el paso, y por eso titubeaba en el mismo borde y volvía a empezar una y otra vez, o por el contrario era una táctica premeditada para calentarme, a fuego lento, haciéndome esperar,  para que así lo que él insinuaba y no me daba, yo lo deseara cada vez más y más. Y lo estaba consiguiendo el muy cabrito.

jueves, 24 de mayo de 2012

El masaje II

Pido, en primer lugar, disculpas por el tiempo de ausencia. La causa, a quién interese, no tengo inconveniente en motivarla correo privado. Contnúo el relato comenzado hace meses, y por lo que he visto ahora, esperado y reclamado opr varias personas, a las que agradezco su fidelidad y paciencia

Si quieres empezar por el principio, ve a aquí: http://erodisea.blogspot.com.es/2012/03/el-masaje.html
 
...Con ambos pies sobre mis rodillas, sus piernas lucen espléndidas, pues el vestido se ha subido hasta la parte más alta de sus muslos.

99da1d2e10ewiikjt_79563_89c3b37bbf_largeUna vez reconfortados ambos pies, caliento un poco más las palmas de mis manos, frotando una sobre la otra, para seguir pantorrillas arriba, mi mano izquierda sobre su pierna derecha, pasando de nuevo, pero más firmemente sobre el tatoo, y viceversa, mi mano derecha sobre su pantorrilla izquierda. 
Llego a las rodillas, y de nuevo mis dos manos se aplican a una, la derecha, primero, la derecha or encima, sobre la rodilla, en movimientos circulares y la izquierda por debajo, acariciando suave-suavemente la delicada piel de la corva.  
Cierra de nuevo los ojos, y  la placidez de su rostro y la relajación de sus músculos que advierto en mis manos, una vez más me indica que voy por buen camino. 
Cambio de rodilla, y repito lo mismo en la otra. Ella vuelve a exhalar un largo mmmmmmh... por la nariz sin abrir la boca ni los ojos.
Otra vez aplico una mano a cada pierna, subiendo a la vez por la parte anterior de ambos muslos; el pulgar hacia el interior, la palma por arriba, y los otro cuatro dedos hacia el exterior, suavemente, arriba-abajo, a la vez cada mano  va virando lentamente del movimiento recto a describir sendas elipses, de tal manera que cada pulgar cada vez llega más al interior de su muslo al subir, y las palmas más afuera al bajar, al tiempo que ambas manos suben, con cada nueva elipse, un poco más arriba . 

Cada vez que mis manos vuelven a subir muslos arriba y adentro, sus piernas se abren un poco más, para permitir que mis pulgares lleguen adonde deben.  
Entiendo entonces que su piel y la mía han alcanzado en unos minutos la perfecta sincronización que a otras personas les cuesta meses o años: Mis manos, al percibir el bienestar que están regalando, cobran de vida propia y autónomas exploran su piel;  Sus piernas buscan mis manos por sí mismas, sin necesidad de recibir orden consciente alguna de su voluntad.

Continuamos por tanto esa cálida comunión, manos-muslos, arriba-dentro, abajo-fuera; sus caderas se unen al movimiento, oscilando a un lado y otro, lo que provoca que su vestido suba cada vez más arriba, hasta que, para deleite demis ojos, queda al descubierto más de la mitad de la prenda negra que hay debajo.
Me veo obligado entonces a tomar de nuevo el control de mis dedos, cuando advierto que éstos, en el sube-baja, están a milímetros del límite de esa prenda. No los detengo, pero marco en ese punto una frontera que no deben traspasar, de tal forma que no lleguen a tocar ese borde negro.
Cambio, después de varias aproximaciones,el sentido del movimiento, y al llegar arriba y empezar a salir al exterior de los muslos, regreso de nuevo hacia adentro, y ahora toda la mano pasea por su interior, el pulgar delante, palma y demás dedos detrás hacia abajo, hasta las corvas, y otra vez arriba por dentro; ahora llegan primero cada uno de los meñiques  por su muslo a la línea prohibida. Se abren entonces sus piernas aún más, flexionando las rodillas, en lo que entiendo es una invitación llegar un poco más arriba. 
No me doy por enterado, y repito varias veces el mismo movimiento por la suave piel del interior, y en una nueva prueba de sincronía, mis yemas advierten un ligeros temblores en su piel, causados, puede que  por la inquietud de "¿llegará, no llegará?" o por el deseo de "llega ya, por favor, llega ya".
Incremento la presión, al tiempo que cada mano masajea con todos los dedos sobre su piel, bajo la velocidad de subida y bajada, lo que hace que por una parte, su piel se relaje disfrutando el masaje, y  aumente la incertidumbre del "llega-no llega", al emplear más tiempo, cada vez más tiempo, en subir desde la rodilla hasta la pelvis. 
Cada vez que llego arriba, noto cómo poco a poco, su incertidumbre está dando paso al deseo, hasta que,una de la veces, percibo claramente un movimiento de sus caderas para tratar de llegar adonde yo no llego, a que mis manos rocen la piel del final de los muslos, aunque sea sobre la prenda.



No hay prisa, disfrutemos cada caricia, esto no es una carrera sino un paseo, le digo sin palabras.
Hasta ahora mis manos han estado dedicadas en exclusiva a su bienestar, ahora mi mente es quién tiene su control y las guía; eludo el contacto, y vuelvo a bajar, y como si de un castigo por su prisa se tratara, bajo muyyyyyyy despaaaaaciiio hacia las rodillas,y continúo más allá, de nuevo hasta los tobillos, y los amaso con todos los dedos varias veces. Percibo otra vez la inquietud por no hacer lo previsto y retrasar aún más lo que demí espera. 
Subo de nuevo pantorrillas arriba, se relaja; rodeo rodillas y corvas, en las que disminuyo la presión, y apenas acaricio con las yemas, en un casi cosquilleo que la enerva.No voy a permitir que llegue a incomodarse, así que subo de nuevo, esta vez por la parte exterior de los muslos, hasta el borde mismo de las braguitas; la yema de ambos índices se introducen bajo la tela,  estirando un poco  el elástico con la yema avanzan hacia el pubis, rozando su piel con los nudillos. Vuelvo a oír otro Mmmmh! y además, un -Ahh- corto y leve, casi imperceptible, pero ahora ya con la boca abierta. 

En todo este tiempo, mientras ella disfrutaba relajada con los ojos cerrados, yo no he dejado de mirarla; ahora además, veo cómo con la boca entreabierta se humedece el labio superior, sus manos se cogen con fuerza a los laterales del vestido en la cintura, lo que lo ha hecho subir casi a la altura del ombligo, más arriba del borde superior de las braguitas. 
Saco el dedo de su prenda antes de que llegue siquiera a rozar el primer vello del pubis, y de nuevo viaja hacia el interior de los muslos, y una vez más noto cómo las caderas se arquean para tratar de no perder un contacto que se le antoja tan agradable. 
Decido no incomodarla más, y mantengo ambas manos en la parte alta de los muslos, acariciándolos una y otra vez hasta el borde mismo de la prenda. Ella, soltando sus manos del vestido,las extiende hasta las mías y... 

Continúa:
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